Novedades en la transición energética de cara a 2020
En términos puramente estrictos, la transición energética significa “pasar de producir energía a partir de combustibles fósiles a producirla a través de energías limpias”. No obstante, aunque es un concepto bastante sencillo, tiene bastantes problemas arraigados.
Independientemente de las dificultades que conlleve la transición energética, este cambio en la forma de producir y consumir energía es la clave para tratar de reducir las emisiones de CO2 y paliar los efectos negativos del cambio climático.
Esto supone un cambio en el modelo de consumo a nivel global, que debe realizarse con el objetivo de ir reduciendo paulatinamente el consumo de energía en el corto plazo. Para ello, este cambio de modelo energético debe abarcar todos los sectores posibles: producción, consumo, inversiones, organismos institucionales, finanzas… etc.
Desde hace años, los diferentes gobiernos han ido impulsado las inversiones en energías limpias, siendo conscientes de que en el futuro es lo que se demandará. Aunque la Unión Europea se encuentra dentro de los países más avanzados en este campo, cada uno dispone de unos recursos distintos a otros y esto puede explicar las diferencias entre países y el porqué unos van por delante en la carrera energética.
A pesar de los diferentes recursos con los que cuenta cada país, existen ciertas acciones que se pueden llevar a cabo y que marcarían una gran diferencia en la lucha contra el abusivo consumo de energías contaminantes.
- Descarbonizar el sector transporte
- Acondicionar el sistema eléctrico para un aumento de las fuentes renovables.
- Mayor inversión en tecnologías de Captura de Carbono.
- Acelerar la descarbonización del sector industrial y de construcción.
1. Descarbonizar el sector transporte
Basándonos en los datos publicados por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los sectores que más gases de efecto invernadero generan son el sector transporte (14%), el sector eléctrico (24%), la agricultura (24%) y el sector industrial (21%), y la proyección es que sigan aumentando. Esto se debe a que el sector transporte es muy dependiente de los combustibles fósiles, por lo que el cambio hacia energías más limpias no es nada sencillo. A esto hay que añadir el hecho de que el transporte de pasajeros y mercancías no deja de crecer a nivel mundial, dificultando aún más la transición energética.
La solución pasa por aplicar medidas eficientes a nivel global, como por ejemplo aplicar impuestos a los combustibles fósiles, encareciendo su consumo, y al mismo tiempo ofrecer subvenciones a las empresas y particulares que quieran optar por medios de transporte más limpios y sostenibles.
2. Acondicionar el sistema eléctrico para apostar por fuentes renovables
El sector eléctrico es la mayor fuente de emisiones de CO2 ya que supone el 42% del total, según datos del consumo de 2018. Esto tiene una doble lectura: por un lado debemos reducir nuestro consumo energético, pero también es imperativo que las grandes corporaciones sustituyan los combustibles fósiles por energías renovables.
Es en este sector en donde se han visto los mayores avances, y ya en 2018 la generación de electricidad a través de energías renovables aumentó un 7% gracias a las energías eólicas y solares.
Aunque los sistemas eléctricos tradicionales fueron diseñados para tratar con fuentes de energía no variables, en el futuro las demandas de energía implicarán una combinación de fuentes de energía variables. Las fuentes de energía variables son aquellas cuya potencia es difícil de predecir, ya que están condicionadas a variaciones meteorológicas (energía eólica) y al momento del día (energía solar).
3. Mayor inversión en tecnologías de Captura de Carbono (CCUS)
El Dióxido de Carbono (CO2) es un gas de efecto invernadero que se encuentra de forma natural en la atmósfera, cuyas emisiones se producen, principalmente, cuando se quema combustible (método que se emplea en la actualidad para obtener energía). Con el incremento de las actividades industriales, las emisiones de CO2 están aumento, generando terribles consecuencias para el medio ambiente.
Una solución que surgió con los años fue la de “capturar y almacenar de dióxido de carbono”, con el objetivo de reducir las emisiones de CO2.
El proceso dispone de 3 etapas:
- Capturar el CO2 en su fuente y separarlo de los demás gases que se generan en los procesos industriales
- Transportar el CO2 a un lugar de almacenamiento propio.
- Almacenarlo fuera de la atmósfera durante largos periodos de tiempo en formaciones geológicas subterráneas, en las profundidades del océano…
La captura y almacenamiento de CO2 es una opción principalmente aplicable a los países cuya industria es la principal responsable de las emisiones de CO2 a nivel global (China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón). Este sistema ha demostrado ser eficaz eliminando entre un 80% y un 90% de las emisiones generadas en las centrales térmicas, no obstante, algunos investigadores difieren de la viabilidad económica del sistema a corto plazo.
4. Acelerar la descarbonización del sector de la construcción
Las estadísticas parecen confirmar que en el año 2018 las emisiones generadas por los edificios se incrementaron, por segundo año consecutivo. Esto en parte es debido a los cambios meteorológicos que se llevan dando desde los últimos años: las fuertes heladas y los cálidos veranos han provocado un incremento en el consumo de calefacciones y sistemas de refrigeración (aire acondicionado).
A pesar de ello, los edificios tienen un gran potencial a la hora de reducir los gases de efecto invernadero y a un coste muy bajo. Pero para ello es imprescindible, como siempre, la colaboración de los gobiernos, ellos tienen el poder de crear compromisos claros y realistas que ayuden a paliar los efectos del cambio climático en el medio plazo.